El
paradigma educativo se ha visto fuertemente golpeado por los vaivenes de la
tecnología. Es evidente que el desarrollo tecnológico avanza más rápido que las
leyes y que los actores educativos. Es por ello, que definir a principios del
siglo XXI la educación es entrar a contrastar estilos docentes y momentos de la
historia de la humanidad.
Comencemos
por el momento de la sociedad en la que estamos viviendo. Hemos pasado de una
sociedad tradicional, a la llamada "Sociedad de la Información" en un
periodo de tiempo muy corto. Cualquier persona puede teclear unos segundos y
obtener el conocimiento al completo en su móvil sin necesidad de abrir un
libro. Las empresas han sabido capitalizar esta situación, y han surgido nuevas
formas de vender productos, pisos, y hasta presentarnos en perfiles personales en
páginas web de búsqueda de pareja. Asimismo, se han creado cientos de nuevos
puestos de trabajo en el área tecnológica solamente por el hecho de que existe
un gran mercado de personas sedientas de información. Empresarios y empresarias
hace diez años jamás habrían pensado darle un elevado sueldo a un chico o chica
joven para que se encargara de dar una imagen corporativa de su empresa en las
redes sociales, y los grandes periódicos tampoco consideraban que su edición
impresa se redujera al mínimo como consecuencia de unos nuevos "Lectores
Digitales".
Todo ello
no ha sido ajeno al mundo docente. Cientos de estudiantes alrededor del mundo
ahora pueden realizar sus deberes "Copiando y Pegando" de portales
como Wikipedia o buenastareas.com, lo cual generó en su momento una crisis
docente, pues como saber si algo era un plagio o no. Por tanto, ahora se
comercializan docenas de portales para que el profesorado verifique qué es transcripción
y qué es una producción original. Pero, vamos más allá, ¿Qué ocurre con el
alumnado de infantil y primaria? Ya
niños y niñas de 3 y 4 años están jugando con un iPad o tablet. Y así, ya en
las primeras fases de la educación vemos, por ejemplo, a una niña de 7 u 8 años
realizando una presentación power point para exponer los planetas o los
animales en su próxima clase de ciencias.
Es entonces,
que podríamos definir a la educación desde varios puntos de vista. El primero,
desde un punto de vista semántico, pues educación no es lo mismo que
instrucción, y lo que se proyecta en las aulas de clase definitivamente no es
educación sino instrucción. Por ello, nos referiremos a la educación de la
forma tradicional para no crear una confusión lingüística innecesaria en este
ensayo. Educación hoy en día, y de acuerdo a los artículos leídos, no soporta
una clase magistral donde el alumnado es solamente receptor de un discurso,
pero ¿estamos preparados los profesores y profesoras para cambiar el modelo?
Extraer a
miles de docentes del modelo magistral, su zona de confort, cuando la gran
mayoría está en edad de jubilación es una apuesta arriesgada. Por otro lado,
los que se están formando en diversos programas de máster, y en grados de docencia,
se les exige el empleo de la tecnología, la neurociencia, les exponen videos de
Sir Ken Robinson, pero las clases siguen siendo magistrales. Si alguno o alguna
utiliza quizás una presentación power point, puede caer en numerosas ocasiones
en una especie de karaoke docente con poca imaginación, exceso de lectura de
diapositivas y altas dosis de aburrimiento.
En
consecuencia, se requiere un cambio radical e inmediato, el problema es que los
y las que toman las decisiones no lo ven muy claro. Los estudiantes han bajado
el rendimiento, nos situamos en la cola de toda Europa, y obtenemos los peores
rendimientos académicos en los informes Pisa. De tal forma, no podemos seguir
esperando, el viejo refrán "Las cosas de Palacio van despacio", está
tan obsoleto como las propias clases magistrales. En segundo lugar, debemos
modificar la formación del futuro docente, y para ello cabe pensar en el
reaprendizaje del profesorado de posgrado y grado, para que puedan enseñar
predicando con el ejemplo. Esto conllevará una alteración en las estructuras
legales y a una variación en los rendimientos académicos.
El mundo está en un gran momento. Es incuestionable que
la población tradicional no llega a fenecer, y la sociedad de la información no
termina de nacer, con la agregada complejidad que en cuanto se profundiza esta
última, va surgiendo una "Sociedad del Conocimiento". Todas estas situaciones
afectan a la educación. La universidad de finales del siglo XXI no será en nada
parecida a la actual. En manuales futuristas se dice que el ser humano llevará
un chip con toda la información que necesite. Las personas serán políglotas, y
el internet desaparecerá tal y como lo conocemos hoy en día.
Por
consiguiente, cabría preguntarse ¿Si todos los seres humanos pueden saber de
todo, cómo se supone que debería orientarse el paradigma educativo? La
respuesta a este interrogante podemos hallarla en las aproximaciones teóricas
de la Sociedad del Conocimiento. Esta contempla una forma adecuada y precisa de
educar, de acuerdo a las capacidades de cada ser humano. No basta con saber de
medicina o de ingeniería, pues esa información la tenemos al alcance de la
mano, se requiere que la persona tenga talento, destreza, interés, coraje, certeza y una dedicación clara a profundizar
el conocimiento adquirido, ya sea mediante juegos, o clases interactivas,
utilizando la ramificación, aprendiendo de forma autónoma o adquiriendo en un
futuro tal chip contentivo de toda la información de un grado universitario.
Es un
conflicto generacional, pero también una batalla entre los colegios y las
empresas de juegos. El nivel de distracción que un o una estudiante promedio
puede tener es inmenso, pues estas empresas aplican técnicas de neuromarketing
que generan dependencia a los juegos en línea. Ya nos situamos en una fase de
descubrir nuevas enfermedades relacionadas con el proceso de adicción de un ser
humano a este tipo de diversiones. Incluso, la "intoxicación" a las redes sociales y a
ser "seguido o seguida" por alguien se convierte cada vez más en un
proceso sicótico compulsivo.
¿Está la universidad o el profesorado capacitados
para alejar al alumnado de estas atracciones digitales? La respuesta es un contundente
no, como ya venimos comentando a lo largo de esta disertación. En otro de los
artículos leídos del Diario El País,
se evidencia que las clases con una duración superior a 50 minutos tampoco son
saludables, ni los estudiantes están dispuestos a soportarlas. Mucho se
menciona a la neurociencia, pero debemos considerar que más allá de esas
maravillosas técnicas, debe haber un reaprendizaje de la forma de cómo debemos
impartir las clases, especialmente para los que nos estamos preparando para
asumir el reto de una educación en tiempos de cambio para la sociedad.
Pero, si
dejamos a un lado el factor docente y el proceso enseñanza aprendizaje,
podríamos entrar a debatir otro elemento importante y que es un eje principal del
sistema educativo. Los profesores y profesoras preparamos a los alumnos y
alumnas para el mercado laboral. El fin último de un proceso educativo es que
la persona que finalice, esté capacitada para desarrollar un puesto de trabajo
en alguna empresa o que la misma pueda volcar todas las capacidades en el mundo
del emprendimiento. Cabe, entonces, una nueva pregunta: ¿Se está preparando a
los actuales estudiantes para trabajar en las empresas o en las ocupaciones que
estarán disponibles en un par de años? Ya no podemos hablar del futuro como
algo lejano, los nuevos cargos y las nuevas responsabilidades están a la vuelta
de la esquina. Ya empresas como Google no tienen gerentes, ni presidentes, ni
directores, las formas organizacionales en poco tiempo van a ser celulares, con
responsabilidades compartidas. Las estructuras piramidales van a desaparecer
cuando los grandes empresarios y empresarias se den cuenta que ganarán mucho
más dinero, permitiendo el empoderamiento de su personal y eliminando los
llamados cargos de "Jefe o Jefa" en una empresa. Así, está surgiendo
un paradigma donde todos y todas tomamos decisiones dentro de las
organizaciones.
Esto sin
duda, nos plantea otro reto. Los estudiantes se han acostumbrado a ver al
docente por mucho tiempo como el que dispone, el que califica, o simplemente la
persona a la que debemos sonreírle mientras ejercite dicha labor. Ya después
que la nota esté fijada, muy probablemente ni vuelvan a saludar a su antiguo o
antigua profesor o profesora. Si trasladamos este ejemplo al mercado de trabajo,
podríamos decir, que no hemos capacitado al alumnado para un ambiente celular
donde no exista un director o directora. Y tampoco estamos preparando a los
futuros docentes dentro de la misma forma de estructura corporativa, donde las
futuras escuelas tampoco tendrán a un dirigente de departamento ni a un
director/a o decano/a. Todos y todas seremos corresponsables del resultado del
alumnado, de cómo nos organizamos y realizamos los horarios, y finalmente, de
cómo gestionamos el conocimiento bajo una forma diferente de gestión de
empresas educativas cuyos cambios están más cerca de lo que parece.
La
educación hoy en día no puede definirse en un par de oraciones, ya que es un
tema transcomplejo que no puede verse desde un solo punto de vista.
En
conclusión, la educación debe cambiar y amoldarse a los nuevos tiempos. No se
concentra en un ente solitario, depende de la totalidad del profesorado, y por
tanto, definirla es determinar nuestro rol en una reducida temporalidad.